La película más terrorífica de todos los tiempos iba a ser un drama religioso

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A más de 45 años de su estreno, El Exorcista sigue siendo recordada como la película más terrorífica de todos los tiempos. Dirigida por William Friedkin, relataba la posesión de la pequeña Regan con un exorcismo aterrador provocando miedo a los cinéfilos de todo el mundo. Sin embargo, te sorprenderá saber que esa no era la intención del director.

Tras pasar varios años evitándola hasta que me atreví a verla ya de adulta, me resulta imposible de creer pero William Friedkin no pensaba que su película sería de terror sino una historia sobre el misterio de la fe. Increíble, pero cierto.

Así lo reveló el cineasta, que ya tiene 83 años, hace un tiempo durante una entrevista a The Hollywood Reporter admitiendo que su intención era completamente diferente. “Pensé que sería una película sobre el misterio de la fe… No me predispuse a hacer una película de terror. Pero ahora ya he aceptado que lo es“, confesó recordando ese clásico que provocó revuelo en las salas de 1973.

Si analizamos sus palabras, tienen sentido. Aunque a primera vista El Exorcista sea una película aterradora sobre la posesión de la pequeña Regan (Linda Blair), se puede leer el tema de la fe como el corazón más profundo de la historia, principalmente en las figuras de los Padres Merrin y Karras. El primero era un ferviente creyente en las posesiones tras haberse enfrentado al mismísimo demonio en el pasado, mientras Karras era la representación de la duda que cambiaría su fe con el destino final de su personaje (no lo voy a desvelar si eres de los pocos que todavía no la ha visto).

Lamentablemente esa dualidad entre el terror y el drama que provoca cualquier tema que contrapone la religión, la duda y la fe, no se tuvo en cuenta en las secuelas y aquella magia terrorífica de la original se perdió.

William Friedkin, director de El Exorcista (Autor: Joel Ryan; Fuente: Gtres)

El Exorcista fue todo un éxito convirtiéndose en la segunda película más popular en la cartelera de 1974 y, si ajustamos los números a la inflación, es la novena más taquillera de la historia con 927 millones de dólares ($441 millones de la época). Pero su éxito fue más allá que una buena recaudación de taquilla. Es una de las pocas películas que ha tenido un efecto físico y psíquico casi colectivo más allá de la pantalla. Los medios de aquel año detallaron que muchos espectadores se desmayaron viendo escenas como la angiografía cerebral de la protagonista o la escena de la masturbación con el crucifijo. Incluso hubo desmayos, ataques cardíacos y hasta abortos espontáneos, según describió un diario psiquiátrico que habló de la neurosis colectiva que provocó la historia y sus escenas.

Friedkin no participó en las secuelas siguientes ni tampoco repitió el mismo éxito con otra película. Ya había ganado el Oscar a mejor director dos años antes por Contra el imperio de la droga (o Contacto en Francia en Hispoanoamérica), y desde El Exorcista ninguna de sus películas volvió a provocar el mismo interés. En 2011 recibió el aplauso de la crítica con su último largometraje de ficción, Killer Joe, y más recientemente hizo un documental titulado The Devil and Father Amorth (2011) que sigue al Padre Gabriele Amorth durante el exorcismo real de una mujer italiana.

Sea como fuere, El Exorcista es un clásico por mérito propio que si bien ya no provoque el mismo temor ante el avance del arte y los efectos especiales, todavía consigue estremecernos si te atreves a verla a solas. Y con la luz apagada.

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